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Alpha es una serie de sesiones interactivas donde puedes explorar libremente lo básico de la fe cristiana. No hay presión, obligación o costo. Se lleva a cabo en iglesias, cafés, restaurantes y casas alrededor del mundo. Por lo general, Alpha se extiende por alrededor de ocho sesiones. Incluye una cena o comida, una charla breve y un espacio para el diálogo donde puedes compartir tus ideas y pensamientos. Realmente Alpha es para toda persona que tenga curiosidad. Las charlas se diseñaron para fomentar el debate y explorar los elementos básicos de la fe cristiana, todo en un ambiente amigable, sincero e informal, donde puedes hacer las preguntas que tengas sin sentirte presionado o raro.
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El Círculo®
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“Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.
Colosenses 1:17-20
Cristo había invitado a sus discípulos a morir, a cargar su cruz y a seguirles. ¿Pero qué garantía había de que ese era el mejor… camino? Ahora tenemos hay una tumba vacía. Jesús no está… en la tumba ( la tumba significaba que ya “no estaba”, murió, durmió) pero ahora está vivo y en medio de nosotros.
Es en ese momento que la invitación de tomar la cruz toma tanto sentido, porque solo aquellos que mueren resucitan, aquellos que se niegan a morir viven sobreviviendo porque luchan con la muerte pero también luchan con la vida, viven constantemente en el borde. Pero aquellos que entregan su vida ya no luchan con nada: Jesús venció la muerte (“¿Dónde está oh muerte tu aguijón?” 1 Corintios 15:55) y ya no vivimos nosotros sino Cristo en… nosotros.
Aquellos que siguen de cerca a Cristo reorganizan su vida y su futuro alrededor de esta verdad: ¡Jesús resucitó!
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El Círculo
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“¿Quién ha creído a nuestro anuncio?”
Isaías 53:1
Unas horas han pasado desde que murió. La mayoría de los discípulos se habían escondido por temor a ser apresados, quizás otros, estando juntos, recordaban los milagros, las sonrisas y las increíbles enseñanzas de Jesús en alguna cena, la cara de enojo de los fariseos al ver que se sanaba alguna persona en día de reposo, la resurrección de Lázaro, la alimentación de los cinco mil…
Pero murió.
Igual que Teudas hace algunos años, que decía ser el Mesías, lo apresaron y ejecutaron, y sus seguidores se dispersaron.
O como el primer pseudo-mesías que los romanos crucificaron hace ya decenas de años.
Duda.
¿Será este el Cristo?
Algunos recordaron que Jesús habló de una señal de… Jonás, que iría al interior de la tierra y luego sería levantado al tercer día. “¿No sería otra de sus parábolas?”
No quiero imaginar todo lo que había en la cabeza de los discípulos en ese sábado, el día después de que murió Jesús. . Los sentimientos del tiempo perdido, la sensación de otros de haber sido engañados, alguno que firmemente creyó tratando de convencer al resto.
Como… nosotros…
Como nosotros, cuando a pesar de todo lo prometido por Dios, de palabras de fe, de memorización de las promesas de Dios para su gente en las Escrituras, nos sentimos derrumbados porque el plan no va de acuerdo a patrones humanos y parece que todo se… derrumba.
¿Es posible confiar en Dios todavía ahí?
Es un buen momento para pensar a qué nos aferramos: ¿a lo que vemos? ¿a nuestros planes? ¿o la Palabra de Dios sigue teniendo sentido para nosotros en el “valle de la sombra de la muerte”?
Creerle a Cristo incluye esos momentos oscuros. Todavía ahí “Ni ojo vio, ni oído oyó, las cosas que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman.” (1 Corintios 2:9) tiene mucho sentido. Los discípulos están a unas horas de descubrir eso.
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.”
Juan 1:4
Recuerdo que siempre que entraba a la casa de mi amigo Jetro, me llamaba muchísimo la atención un cuadro, de esos que la gente solía poner en sus paredes años atrás. Tenía la foto de una cruz, y leía:
“Le pregunté al Señor
cuánto me amaba, y abriendo los brazos
dijo: ‘Así’, y murió.”
Era típico que en mis meditaciones, pensara por mucho tiempo en lo que el cuadro decía, en la relación que eso tenía conmigo y todo lo que la muerte de Jesús representaba para mi vida. Amor.
No se en cuántas ocasiones usé el cuadro para un llamado o como una ilustración para un mensaje.
Amor.
Jesús me amó… así.
Pero la cruz de Cristo es también un ejemplo de vida… La primera cosa que creo que les llegaba a los discípulos mientras miraban desde lejos el horrible destino que le había tocado a Cristo, era:
“¿Quieren seguirme? Abandonen su manera egoísta de vivir, tomen su cruz, y síganme.” (PAR)
La cruz también nos enseña un estilo de vida. Este estilo de vida no nos salva. No recibimos gracia al empezar a negarnos, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo. Pero lo natural es que, al ser profundamente impactados por su amor, por su gracia, por su belleza, por sus palabras, por su forma de vivir, por su humildad, por su compasión y misericordia, por su conexión con el Padre, no queramos otra cosa sino seguirle. Y si le seguimos de cerca, entonces lo imitamos y si lo imitamos tomamos el objeto donde morirán las cosas que impiden que yo muestre misericordia, compasión, que de… gracia. Entendemos que el obstáculo más grande a que otros vean que hay luz y que somos sal, somos nosotros mismos.
“Yo debo morir.”
Con determinación seguimos a Cristo hasta el calvario y nos damos cuenta que la muerte a la que tanto temíamos, que la desaparición de eso a lo que tanto nos aferramos no era tan dolorosa y se transforma en una de las experiencias más significativas de nuestras vidas.
Sorprendido por nuestra paz, nuestro temple, la tranquilidad que nos caracteriza, la entrega a otros, el amor, la compasión y todas esas cosas que forman parte del fruto del Espíritu, alguien un día nos preguntará cómo lo hacemos con tanta facilidad, y la respuesta que daremos es:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mi.” (Gálatas 2:20)
Cristo nos enseñó el camino…
“Para el filósofo la idea de lo bueno es el ideal más exaltado. Pero para la Biblia la idea de lo bueno es penultima; lo bueno es la base, lo santo es la cima.”
Abraham Joshua Heschel
“Lleven una vida limpia e inocente como corresponde a hijos de Dios y brillen como luces radiantes en un mundo lleno de gente perversa y corrupta.”
Filipenses 2:15
Terminamos el post anterior preguntando: ¿Es posible que uno sea santo?
¡Claro que es posible!
Así que, siguiente punto:
Si es posible, ¿por qué hay poco interés dentro del cristianismo actual en que se discuta y se trabaje el tema?
Porque parece que no es “práctico”, que no es algo que pueda servirme para yo poder aplicar ahora. No es una ni dos veces las que he escuchado: “¡Qué bueno que hablan cosas que son aplicables!” o “Los últimos mensajes que se han predicado en tal o cual iglesia están desconectados de lo práctico, muy aereos…” O sea, si es bíblico: debe encajar con la realidad, sino no…
¿Qué es práctico?
Práctico es cualquier cosa que me sirva para enfrentar los problemas reales. Cuando la mayoría de gente habla de problemas reales habla de que haya justicia, de tener paz o vivir en un ambiente de paz, y de ser prospero. Esas cosas por las que trabajamos y que nos hacen sentir seguros, y muchos cristianos dedican más tiempo a su seguridad que a su relación con el Dios santo, que obviamente produce: gente santa.
Dallas Willard, junto a otros que han hablado sobre el tema, dice que el mundo piensa en justicia, paz y prosperidad en sentido negativo:
“Justicia significa que no se interfiere con los derechos de nadie. Paz que no hay guerra o tumulto. Prosperidad significa que nadie tiene problemas materiales. La estrategia en relación a estas metas negativas es que se toman pasos para evitar daños, guerra, deseos, pasos que a veces tienen un buen efecto. Pero que finalmente no son efectivos, como la historia ha mostrado.
El sistema del mundo trata de producir justicia, paz, y prosperidad en los individuos mediante la imposición de restricciones en lo que les causaría daño (eso incluye otros individuos)… El evangelio de Cristo, en contraste con esto, nos transforma en nuevas personas que han desarrollado la realidad interna de fe, esperanza y amor, desde estra transformación de la persona, la justicia, la paz y la prosperidad son el resultado de Dios actuando sobre la vida humana.”
No es que rechacemos lo práctico, pero nada es práctico en relación a las aspiraciones humanas para este mundo sino proceden desde un ser humano transformado desde las profundidades de su corazón. Por eso tenemos un montón de profesionales (lamentablemente eso incluye profesionales que se hacen llamar cristianos, pero que han adoptado los patrones de este mundo) que se sirven a si mismo y no a la gente o a su profesión. ¡Santidad es esencial en este mismo instante y en este mismo momento!
Las iglesias debemos empezar a ser escuelas de santidad y no instituciones donde se entretenga a la gente “en lo que Cristo viene”. Debemos estar conscientes de que la salvación es la salud del alma, y que la salud del alma consiste en santidad. El cristiano debe pensarse como una persona que vive según la descripción del post anterior. Y no solo eso: debe organizar su vida de modo tal que entienda que Dios es santo y nos quiere santo. Y no solo eso:
“Cualquier hombre que piensa que es cristiano, y que ha aceptado a Cristo para justificación, pero al mismo tiempo no lo ha aceptado para santificación, es miserablemente iluso desde la misma experiencia.”*
Haste estas preguntas:
¿Por qué no lo había considerado antes?
¿Lo estoy considerando ahora?
Si lo estoy considerando ahora, ¿cuál es el plan?
¡Ok! Hablemos de eso en el próximo post: PLAN.
*Augustus Strong
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Al hablar sobre santidad y la necesidad de que haya más santos, una buena pregunta sería ¿cómo actúa alguien que es santo?
¡Sí, ya se! Lo importante no es la actuación. La vida que Cristo promete se trata de ser, pero al “ser” hay cosas que se hacen que son evidentes y que salen natural de la persona que ha decidido apartarse para Dios. Una vez alguien me dijo que no había que “reinventar la rueda”, si alguien escribió sobre algo o hizo algo que podemos aprovechar ¡hagámoslo! Así que quiero parafrasear una buena descripción que Dallas Willard* hace sobre una persona que ha decidio esconder su corazón en Dios. ¿Cómo es esta persona?
Pensamiento: Sus pensamientos están siempre enfocados en Dios. Dios nunca está lejos de su mente. Les encanta pasar tiempo con El, en su grandeza y amor, y en como se da a conocer a través de Cristo. Se puede decir que están “intoxicados de Dios” (Hechos 2:13), aunque nadie tiene un sentido más fuerte de la realidad que ellos.
Como sus mentes están centradas en Dios, todos los buenos pensamientos son bienvenidos: “… piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado.” (Filipenses 4:8).
Sentimientos: y luego es probable que notemos que la vida emocional de los santos está profundamente caracterizada por el amor. Aman todo lo que es bueno, tienen amor por la gente. Aman sus vidas y quienes son. Se sienten agradecidos por como viven- aún cuando su vida contenga muchas dificultades, persecusión e incluso martirio (Mateo 5:10-12) Asi que, gozo y paz los acompañan aún en los momentos más fuertes- incluso en tiempos en que sufren injustamente. A causa de lo que saben de Dios, tienen confianza y esperanza y no se permiten pensamientos de rechazo, de fracaso o desesperación, porque ellos saben quién es Dios (Mateo 6:32).
Voluntad: esta gente está entregada a hacer lo que es justo y bueno. Su voluntad está en sintonía con Dios. Ellos no piensan primero en lo que quieren, realmente les preocupa poco hacer las cosas a su manera: “no hagan nada por orgullo o sólo por pelear. Al contrario, hagan todo con humildad, y vean a los demás como mejores a ustedes mismos. Nadie busque el bien sólo para sí mismo, sino para todos.” (Filipenses 2:3-4); estas palabras son fáciles y buenas para ellos. Se han entregado a la voluntad de Dios y no luchan o buscan la forma de hacer lo contrario.
Cuerpo: la santidad obviamente envuelve su cuerpo. Su cuerpo posa para hacer lo justo y lo bueno, sin pensar. Eso significa que no va automáticamente a lo que es incorrecto antes de pensar en no hacerlo. Ya no es verdad en sus vidas que “el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Saben por experiencia que estas palabras de Jesús no son una declaración sobre la condición inevitable de los seres humanos, sino un diagnóstico de una condición que debe ser corregida. El Espíritu ha ido substancialmente tomando parte sobre sus miembros.
Instintivamente evitan el camino de la tentación. Ves frescura en sus rostros y transparencia. Viven en descanso y se divierten y saben sacar tiempo para jugar, su fuerza proviene de Dios.
Relaciones Sociales: en cuanto a su relación con otros son totalmente transparentes. (1 Juan 1:7, 2:10) No imponen sus pensamientos y sentimiento en otros. A causa de su confianza en Dios, no tratan de manipular o manejar a otros. No se necesita decir que no hieren a otros con sus palabras. Saben como “amar al pecador y odiar el pecado” con gracia y efectivamente.
Alma: finalmente, mientras mas vas conociendolos- a pesar de que esos que conocen solo el poder de la carne se les hace dificil entenderlos (1 Corintios 2:14)- ves que todo lo mencionado anteriormente no es solo en la “superficie”. Está en lo más profundo de su ser, y en un sentido obvio, sale sin ningún esfuerzo, naturalmente. Fluye.
¡Wow! Yo quiero vivir así. La pregunta es,
¿es fácil?
Más bien: ¿es posible?
¡Sí! Pero eso… en otro post.
Esta es la tercera parte de una serie, puedes leer las otras:
Parte 01
Parte 02
*Parafraseado de “Renovation Of The Heart”
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Sí, lo confieso: se que se ha convertido en algo raro hablar sobre el asunto, pero hay que hacerlo. Lamentablemente, cuando uno piensa en santo viene cualquier imagen menos la posibilidad de que sea posible que podamos ser uno (todo lo que cabe dentro de lo posible fue redundantemente calculado).Y esas imágenes son tan fuera de la realidad, y (seamos honestos) “ser santo” parece ser poco práctico.
Por ejemplo, si te digo “santo” (aparte de responder ¡aleluya!) ¿qué imágenes te llegarían primero a la cabeza. 1 – 2 – 3 – 4 – 5 – ¿viste? ¡Exacto! Esto:
– Los íconos de la iglesia católica.
– Algún personaje de la Biblia o de los primeros años de la iglesia.
– Alguien que conociste que parece sacado de la serie “Kung Fu”: habla lento, responde con preguntas, siempre está riendo, probablemente vista de batola, ande descalzo, vendió todas las cosas que tenía, hizo algún voto de pobreza, come sólo arroz blanco y bebe agua cada tres días, et… cétera.
No se nos puede ocurrir de un ingeniero que sea santo, o de un contable que haga su profesión con santidad o de un abogado… ¡ok! Sí, esa es difícil, pero para Dios no hay nada imposible, así que ¡claro! un abogado puede practicar su profesión con santidad. Pero la mayoría de nuestras percepciones de un santo son irreales, insostenibles y condicionadas por la información histórica con que crecimos, no siempre bíblicas.
¿Cuándo alguien es santo?
“Santo” significa literalmente “apartado para”. En el sentido bíblico es alguien que ha sido apartado para Dios. Daniel era santo y trabajaba en el gobierno Babilonio, luego con los Persas (por si no lo sabías ambos imperios terribles y no necesariamente practicantes de lo bueno), Amós era santo y cuidaba ovejas, Pablo era santo y hacía tiendas para sostener su ministerio como apóstol, Abraham era santo y era ganadero. Leyendo la Palabra nos damos cuenta que los hombres de Dios se encontraban con la santidad dentro de su realidad vocacional o profesional, dentro de lo ordinario de sus vidas diarias. ¿Por qué debe ser diferente con nosotros? El santo entiende que no es perfecto pero se encuentra en un continuo proceso de santificación. Que si “santo” es apartado para Dios, “santificación” es el proceso mediante el cual esta realidad se hace progresivamente posible.
Ahora, Dios no te aparta del mundo, ¡eso es lo último que haría!, por ahora. “No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” (Juan 17:15-16) El “no son del mundo” significa que se nos ha apartado pero dentro del mismo espacio que hemos ocupado: “no… los quites del mundo”. ¡Aquí estamos! Y en la práctica de lo que hacemos debemos hacerlo como una persona que ha sido dedicada a Dios, así que dedica todo lo que hace a El. Como dije en el post anterior:
“El santo trata a todas las cosas (su tiempo, sus posesiones, su comida), a todas las personas y a sí mismo: con respeto.
¿No sería lo mejor que nos pudiese pasar?”
Hay un respeto dedicado a todo lo que hace y lo rodea, a cada persona (“amarás a tu prójimo como a ti mismo”), porque el amor de Dios fluye como ríos de agua vida desde ella o él.
¡Sí! Se puede y se debe ser santo. ¡Es un imperativo! “Sean santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:16)
Pero, ¿cómo luce un santo?
Eso en el otro post.
¿No has leído el anterior? ¡Aquí tienes!
Parte 01
¿Quieres leer el siguiente? ¡Aquí tienes!
Parte 03
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He estado pensando en “santidad”, ser santo, lo que envuelve. Me alarma el hecho que no me había alarmado el poco o ningún énfasis que se le hace al asunto. Hoy tenemos líderes increíbles, que atraen una multitud extasiada, pero pocos santos. Tenemos muchos ejemplos de liderazgo, pocos ejemplos de santidad. Hoy se escribe mucho de cómo manejarnos en el liderazgo institucional, cómo replicar lo que a otros le funcionan, pero pasamos por alto el “sin santidad nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14 PAR)
Me imagino cómo pasó (me imagino, porque no estuve ahí…):
En la época en que la iglesia parecía estar en decadencia (la gente no se veía atraída por los servicios, dejaba las congregaciones de forma masiva, muchas congregaciones cerraron, etc.) y la situación parecía emergente (llamémosle “y Moisés no bajaba de la montaña”), a poca gente, por no decir a nadie, se le ocurrió orar y esperar con paciencia que algo pasara, o llamar a una conexión más profunda con Dios, sino preguntar “¿por qué la gente no quiere venir a las reuniones eclesiales?” ¿Y quién respondió? La gente que estaba afuera, ¡ah! y los cristianos que también miraban más afuera que a sus Biblias, ¿las respuestas?:
• Mejor música.
• Sermones más actualizados, ¿santidad? ¡nah! eso es un asunto complicado.
• Más colores.
• Tiempos más cortos.
• Cero mensajes ofensivos sobre nuestra necesidad de cambiar el corazón.
• ¿Sigo?
Y se hizo. Llamémosle “y Aaron hizo un becerro”.
¡Qué mal nos hemos hecho!
Pero ya no vale la pena mirar atrás. Hay que pensar en cómo recuperamos el terreno que se perdió en nuestra confusión. Santidad es el punto clave. ¡Necesitamos más santos! El santo trata a todas las cosas (su tiempo, sus posesiones, su comida), a todas las personas y a sí mismo: con respeto.
¿No sería lo mejor que nos pudiese pasar?
¡Santidad!
Ahora, dirás: ¿es posible ser santo? ¿no es como difícil esa cuestión?
Hablemos de eso… pero en otro post. Antes: ¿Cómo luce un santo?
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Hoy todo el mundo habla de la cruz.
Cuando digo hoy, es hoy: “Viernes Santo”; y hoy: hoy en día.
Pero, si la cruz no te afecta es algo más, como una de esas cosas que representa para mucha gente: un adorno en la sala, una prenda que vestir, un anti-vampiros.
Dios, más que hablar nos presenta una imagen. Jesús, más que decirnos solamente: “Toma tu cruz y sígueme.” (Mateo 16), nos muestra el camino a ella, y nos muestra qué hacer con ella. Por eso el mensaje de Jesús era autoritativo: porque vivía por lo que predicaba. Es algo de lo que carecemos el día de hoy. Un montón de líderes predicándonos y dándonos ideas de cosas que no hacen o están dispuestos a vivir. “Cuiden del pobre“, pero no lo hacen. “Se humilde“, pero son orgullosos. “Ama a tu prójimo“, pero se pelean con otros pastores. “No critiques“, pero su agenda es criticar otros ministerios. ¡Hey, yo soy culpable! Pienso en cuántas cosas he predicado que ni siquiera hago y me digo: debo morir, debo tomar mi cruz, debo seguir. Recuerdo una vez, estando en una conferencia, como alguien decía cosas simples como: “Somos tan pequeños, y Dios es tan grande. Dios te ama, recuérdalo.”, un mensaje para nada profundo en un ambiente donde todos van con el fin de encontrar algo “nuevo”. Sin embargo, en medio de palabras tan simples y tan clichés las 10,000 personas que estábamos ahí escuchábamos en silencio, algunos lloraban, y otros se inclinaban hacia el frente prestando tanta atención a cosas que ya conocían. ¿Qué pasó? ¿Qué es tan interesante con respecto a esto tan… no-nuevo? Estaba muy claro que esta persona vivía lo que decía, su vida era el mensaje, sus acciones nos decían: “¡Es posible!” Y sus palabras nos clavaban el corazón. Gente así no tiene que preocuparse por decir nada nuevo, lo nuevo es que: ellos viven, ellos siguen, ellos cargan su cruz. ¡Qué triste que eso sea… nuevo!
“Si alguno quiere estar junto a mi, caminar conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” (Mateo 16:24), no es una sugerencia es la forma en qué debemos vivir (morir, porque sin muerte no vida, pero eso es otro tema del que escribiremos en par de días). El servicio y estar rendidos delante de Dios son los signos de autoridad en la iglesia. Uno debería seguir a quien sigue a Cristo, y quien sigue a Cristo se ha negado a sí mismo, ha tomado su cruz.
La cuestión no es aprender la importancia de la cruz, no es cuánta información teológica tienes sobre la cruz y su centralidad. El asunto es este:
¿Quieres seguir a Cristo?
Pues, aquí está tu cruz.
La pregunta es: ¿Qué vas a hacer con ella?
Mira a Cristo y has lo que El hace. Te aseguro que te llevará al mismo lugar que llevó a Pablo:
“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí.” (Gálatas 2:20 NVI). Y ese, es el mejor de los comienzo.
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