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¿Quien dijo autoestima?

Bueno. Lo primero que puedo hacer al escribir un artículo es presentarme, pues, aquí voy:
Soy Lenin Almonte, perdón; ese es mi nombre, pero no soy yo.
Ok. Comencemos otra vez.
Soy pastor de jóvenes de… bueno. Creo que me equivoqué otra vez, ese no soy yo, es lo que hago.
Pero a fin de cuentas, ¿cuántas veces le importa a alguien quién eres o qué sientes? La mayoría está más preocupada por cuál es tu nombre, cuánto dinero tienes, qué has logrado, qué estudiaste o cuántas novias o novios has tenido.
Hey!… me agrada esa pregunta, suena ápera: ¿Quién soy yo?
Ya sé que a muchos no les interesa; pero a mí sí, así que, aguanten.
Y es que cuando se acaban las sonrisas, cuando el silencio destruye los piropos, cuando finiquitan las palmadas en la espalda y estoy solo y frente a mí espejo, no importa lo que hayan dicho que soy, o lo inteligente que le parezca a los demás.
Cuando sólo quedo YO, ¿qué concepto tengo de mi mismo? Quiero mostrártelo con la historia de una vida mejor dicho de una muerte.
Ella vivía de una manera interesante, profesional, buen salario, cariñosa y GORDA, muy GORDA. Pudo haber luchado, pero no luchó, tratar de sonreírle a la vida, pero no quiso hacerlo, pudo haber cruzado el río de la vida, victoriosa, pero no lo hizo.
Carolyn Chambers, murió el día 8 de Septiembre de 1982, exactamente el día en que sus compañeros de 1° grado la marcaron con el título de”La Ballena”. Murió físicamente el día 15 de Marzo del 2003, exactamente el día en que se cortó las venas en su apartamento. Y no soportó más de 20 años de vivir avergonzada de su cuerpo. ¡Qué triste!
Pero es de otra muerte que te quiero hablar.
Hace más de 2000 años, Jesús murió y resucitó con el firme propósito de que tú no fueras más: el gordo, la flaca, el feo, la diabética, el pulpo, el cojo murió para que fueras el hijo o hija de Dios.
Tú eres tan especial, que EL QUE TODO lo tiene, no dió de lo que le sobraba, sino que TODO lo dió por ti.
Porque no eres esas libritas de más que tienes, no eres ese defecto que posees, no eres esa nariz, o un título. Sobre todas esas cosas y más, eres quien Dios dijo que eras, eres su hijo.
Así que si me preguntas, quién soy, ya no te daré mi nombre, no te enseñaré un título universitario, no te mencionaré mi ocupación, es más, ni siquiera te daré un versículo, simplemente te diré: “Yo soy quien Dios dijo que Yo soy su ¡Hijo Amado!”

¿Te atreves a hacer lo mismo? Vamos a ver: ¿QUIEN ERES?