La semana pasada hablamos del pecado como el tema de nunca acabar en la Iglesia de Cristo. Hablamos de la justificación como el paso donde la mayoría de nosotros nos atascamos, y la lucha, que parece perpetua, en la que muchos de nosotros estamos con el pecado. Hablamos de pasar de justificados a regenerados, transformados por el trabajo del Espíritu de Dios en nuestras vidas. Pero también les prometimos que íbamos a hablar sobre otro tema que es sumamente comentado en las iglesias cristianas: “el Cielo”.
Admitámoslo, tal como lo dijimos la semana pasada, tanto el pecado como el cielo, son los dos temas más mencionados por nosotros los cristianos. Hasta el punto de que esto se convierte en una religión acerca de pecado y de cielo, más que acerca de Cristo y salvación.
Recuerdo una frase del tipo que mencioné la semana pasada que dice:
“Algunas de las confusiones respecto al significado del evangelio hoy se levantan porque fallamos en clarificar el asunto. El asunto es, ¿cómo mis pecados pueden ser perdonados? ¿Qué me mantiene lejos del cielo? La respuesta es el pecado. Entonces el problema del pecado [está] resuelto, y yo puedo estar bien seguro de que iré al cielo.” [1]
Antes de continuar quiero que pongamos el punto sobre la í y de este modo estar claro. Algunos se preguntarán: “¡Claro! ¿No es ese el asunto? ¿No es eso ser cristianos? ¿Que nuestros pecados sean perdonados y que podamos ir al cielo a estar con Dios?” ¡No! Ser cristiano es ser como Jesucristo, y para ser como Cristo debemos tener una relación con Él. El Cielo y el pecado son parte, no el punto principal.
Tales definiciones, como la de Ryrie, solo nos destapa el enorme egoísmo que envuelve el ser cristiano, y por eso rompemos hasta cocotes para entrar en el cielo. Hay una meta también en ser cristiano, pero esa meta no es el Cielo.
¿Pero de donde sacamos esto?
El hombre pecó, y según el libro de Romanos “estamos destituidos de la Presencia de Dios.” (Rom. 3:23)… ¡Todos! Alcanzamos el perdón de los pecados a través de Cristo (en alguna ocasión desglosaremos esto de mejor forma). Aparte que la cosa está sumamente mal, no sólo necesitaremos ser perdonados sino que necesitamos algún escape de la tierra, de este lugar horrible donde el pecado reina, así que nos hemos puesto como meta: el Cielo.
Aclarando y diciendo la pura verdad:
1- El hombre tiene una terrible conexión con Dios, esto porque Dios mismo sopló aliento de vida sobre Adán y dice la Biblia que “fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7)
2- Así que, como hemos dicho antes, obviamente el hombre tiene alguna conexión con el lugar donde Dios habita. Cosas de este mundo no pueden llenar el área del hombre que lo conecta con Dios, y por ende el hombre tiene una necesidad de su lugar celestial que no conoce.
¿Qué quiero decir con esto?
El deseo de todos nosotros de ir al cielo, es no solamente auténtico sino que es parte de nosotros, es parte de nuestra naturaleza.
¿Qué hace tan fascinante el cielo?
La pregunta más profunda del ser humano es ¿qué pasará después de que muera? Es el misterio, es lo que hace que algunas personas se acerquen a Dios “porque quieren ir al cielo”. Es lo que motiva que miles y millones de personas diariamente se lancen en los brazos de falsos dioses y religiones que prometen resolver toda su cuestión después de la muerte. Y es la misma razón por la cual miles de personas han decidido seguir a Dios. No es amor, no es temor de Dios, no es perdón de los pecados, es que “quiero ir al Cielo.”
¿Qué predica Cristo?
“Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)
Jesucristo no habla de “arrepiéntanse para que lleguen a los cielos”. ¡No! Arrepiéntanse “el reino de los cielos se ha acercado…” Jesús no te habla de un asunto futurista, te habla de que experimentes el Cielo ahora. Tenemos una imagen diferente de la salvación, de la fe y del perdón si abrazamos la vida del Reino ahora. Las palabras y los hechos de Jesús sugieren que naturalmente esto es salvación, junto con discipulado, perdón, y el cielo viene como parte natural de todo.
¿Qué enseñaban los apóstoles?
La meta no es el cielo: “Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús… En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.” (Filipenses 3:13,14,20 NVI)
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz…” (Hebreos 12:2 RVR 1960)
En ambos versículos se nos dice que la meta no es el lugar donde vamos, la meta es Cristo, y por ende ser como Cristo. Y no sólo eso, sino que ya, ahora… somos ciudadanos del Cielo.
De hecho, volviendo a la justificación, y tomando a Abraham, quien es considerado el ‘padre de la fe’, dice: “creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia.” (Rom. 4:3)
No que Abraham iba a entrar al cielo a causa de su fe, que ahora estaba puesta en Dios, sino que a causa de su fe ahora era considerado “amigo de Dios.”
¡Qué contraste!
El evangelio es para algunos donde al aceptar a Cristo un día de estos llegarás al cielo. Pero en la Biblia, en los Evangelios, el Evangelio (que quiere decir ‘buenas noticias’), son las buenas noticias de la presencia y disponibilidad de la vida del Reino, ahora y para siempre, a través de aceptar a Cristo el Mesías. Esta era la fe de Abraham. Como Jesús dijo: “Abraham… se regocijó al pensar que vería mi día; lo vio y se alegró.” (Juan 8:56)
¿Qué quieres seguir?
¿Lo que te brinda vida después, en el cielo, o lo que te brinda vida desde ahora hasta el cielo?
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[1] So Great Salvation: What It Means to Believe in Jesus Christ. Charles Ryrie. Moody Publishers, 1997. ISBN 0802478182
Fausto Liriano es pastor de El Círculo. Está casado con Noelia Pinto. Residen en Santo Domingo, República Dominicana.