“Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.
Colosenses 1:17-20
Cristo había invitado a sus discípulos a morir, a cargar su cruz y a seguirles. ¿Pero qué garantía había de que ese era el mejor… camino? Ahora tenemos hay una tumba vacía. Jesús no está… en la tumba ( la tumba significaba que ya “no estaba”, murió, durmió) pero ahora está vivo y en medio de nosotros.
Es en ese momento que la invitación de tomar la cruz toma tanto sentido, porque solo aquellos que mueren resucitan, aquellos que se niegan a morir viven sobreviviendo porque luchan con la muerte pero también luchan con la vida, viven constantemente en el borde. Pero aquellos que entregan su vida ya no luchan con nada: Jesús venció la muerte (“¿Dónde está oh muerte tu aguijón?” 1 Corintios 15:55) y ya no vivimos nosotros sino Cristo en… nosotros.
Aquellos que siguen de cerca a Cristo reorganizan su vida y su futuro alrededor de esta verdad: ¡Jesús resucitó!
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El Círculo
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